Descripción
Persona
Verbo Poético
La poesía de Juan Larios se gesta en el espacio devorador de las noches infinitas y en el silencio azul de las madrugadas. Mientras la ciudad duerme, emergen los recuerdos, se ahogan los sentidos envueltos en los ecos de la música de Springsteen. Se apagan las angustias que devoran los amores perdidos: los rincones de la adolescencia buscan emerger entre las dudas que anegan las horas cargadas de presencias míticas. Rostros, voces, todo se amalgama.
Miradas que quedaron atrás, escondidas entre carrizos, bailando con las escobas que estiran sus brazos fibrosos para atrapar el aire con su verde desgastado y sus toques amarillos. Juventud de paisajes ocres, sienas y esmeraldas; de olivos redondos que encierran historias de sus campesinos entre los nudos de sus troncos.
Juan Larios derrama en sus versos todo el sentimiento que le cuesta expresar a viva voz, sensible y tierno, anhela que su corazón deshabitado encuentre la ternura que parece desvanecerse entre sus dedos y sin la cual muere como pez fuera del agua. Se siente extranjero en su cuerpo y se pregunta quién habita en su propia piel.
Su poesía intimista y directa, abandona los convencionalismos y se zambulle directamente en su concepción de las cosas. Con la desnudez de las palabras sencillas y el sabor terroso que emana de lo íntimo como único maquillaje, el poeta se pierde en ensoñaciones amargas y agridulces con el deseo de vaciar y compartir un interior que le desborda.
Del prólogo de Lola Calvo.
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