Descripción
Versos escondidos
La poesía de Francisco Molina Sánchez es de honda inquietud espiritual.
No permanece encastillado en la famosa torre de marfil del esteticismo escapista, de la especulación filosófica o de la inquietud existencial, de las que tanto abominaban los partidarios de la poesía del compromiso social.
Alejandro González Terriza –
Mi admirado Francisco Molina-Moreno ha publicado a comienzos de este año (2024) en la editorial Nueva Estrella un libro que recoge los poemas que dejó inéditos su padre, Francisco Molina Sánchez. Se llama ‘Versos escondidos’ y recoge poemas escritos entre los años sesenta del siglo pasado y los primeros de este.
La edición es primorosa. En el prólogo (pp. 13-22) nos advierte Francisco hijo de que todo lo que nos va a decir sobre su padre y su obra no es referencia fiable, dado el amor filial con que lo escribe. Pero quia. El prólogo es una muestra preciosa de las mejores artes de un filólogo. Contextualiza perfectamente los poemas que vamos a leer, sigue sus principales líneas de fuerza, destaca sus mejores momentos y señala con exactitud aquellas fuentes (Machado, Lorca, Unamuno) que debemos tener en cuenta para apreciar mejor lo que sigue. Lo mismo cabe decir de las notas al pie, usadas con precisión para enriquecer la lectura; por ejemplo, es impagable la que acompaña el poema dedicado a Larra, que recoge el pasaje de este del que despegan los versos.
La poesía de Molina Sánchez, compuesta (más que escrita; aunque también la escribiera) para su propio placer y el de los suyos, está por eso libre de cualquier tributo a las modas del momento. Tiene pulso clásico y flexibilidad actualísima. No desdeña tomar forma de soneto, pero se la siente especialmente a gusto en la música del romance, aplicada, al modo de Bécquer y Rosalía, a metros diversos.
Una de las artes filológicas más notables es la crítica textual. Sin mencionarlo siquiera, Francisco hace aquí una edición crítica, que recoge las variantes manuscritas del texto y también (y esto me parece admirable) las orales, pues recitar estos poemas de memoria fue (y, sin duda, es) actividad familiar entrañable.
Es difícil elegir entre estos poemas. Les traigo, por ejemplo, este, digno del mejor Bergamín:
INQUIETUD
Esta noche me pinchan las estrellas,
y me hiere la luna, que se ríe.
Esta noche no sé lo que pidiera,
ni para qué pedir, ni a quién pedirle.
Pero también este otro, manuelmachadiano:
UNO TRAS OTRO, LOS AÑOS
Uno tras otro, los años
que me dieron los gasté.
Unos dirán —ay— que mal;
otros, acaso, que bien.
Y yo, que los he gastado,
si bien o mal, no lo sé.
Para cerrar con esta pregunta:
¿NO SIENTES REMORDIMIENTO?
¿No sientes remordimiento
cuando estrujas una flor
—tú, sin ningún miramiento—
y ella te ofrenda su olor?
Pero que esta selección, guiada por mi gusto, no llame a engaño. Hay muchas cuerdas en esta lira, muchos registros, además del sapiencial y popular. Así, son memorables las elegías (la dedicada a García Lorca, por ejemplo), los sonetos y los poemas narrativos, como el excelente dedicado a Cristo (‘Fragmento de una extraña carta’).
Además, el libro está editado con tino y atención al detalle. La portada es un cuadro de Domingo Molina Sánchez, hermano del autor, del que se recoge también un estupendo retrato del poeta (pág. 169). Las edades y circunstancias de este están evocadas, además de con la palabra de su hijo, con una selección precisa de fotografías.
El libro, en fin, nos presenta a alguien que nos hubiera gustado conocer. Y que se define de forma inolvidable en unas palabras recogidas en el prólogo: ‘Yo, en el fondo, soy un actor que, con lo que había aprendido en la facultad de Derecho, desempeñó el papel de abogado’ (pág. 16). Hay una grandeza digna del Siddharta de Hesse, o del desatino controlado de Juan Matus, en estas palabras —dignas también de aquel sabio estoico que, por exigencias del guion, fue uno de los mejores emperadores romanos.
Le agradezco mucho a Francisco Molina-Moreno que me pusiera en la pista de este libro, que es de lo mejor que haya leído en mucho tiempo. Ojalá mis palabras animen a otros a ir a buscarlo. Nos lo merecemos.
Conchita Fernández Castilla –
Conocí a Francisco Molina hace años, era un caballero de agradable trato y sentido del humor. El libro me ha parecido muy bueno, y en él veo el reflejo de las mil facetas de su personalidad. Era una persona sensible, espiritual, agradecido, amoroso, filósofo, melancólico, pesimista y con un sentido del humor que está escondido en algunos de sus versos.
La presentación que del libro hace su hijo Francisco es magnífica, de ella se desprende la admiración y el cariño que siente por la figura de su padre.
Belén Muñoz García –
Me gustó mucho. No sé mucho de poesía; pero me pareció a la vez entrañable, curiosa y sorprendente.
Miguel Ángel Ramos Enguita. –
Acabo de leer la introducción, y da gusto cómo está escrita en forma y contenido, y el cariño y conocimiento que transmite.
Me está encantando el libro.
Gracias por ofrecernos este tesoro.